martes, 2 de marzo de 2010

Irreverencias y desentonos: Fabrizio Rossi

Abrí el ojo izquierdo, como lo he hecho desde hace 25 años. De nuevo tu espalda, seca, como después de habernos empapado el uno en el otro. ¿Cómo te llamas? ¡Oh! Sigues durmiendo. Las cosas que uno piensa después de pasar otra noche en otra cama...

Trabajar en un hospital no es lo más sano después de todo; ser de esas personas que no saben ni donde viven es peor aun. Cuando el loquito se nos escapó, quisieron echarme la culpa. Yo sólo soy... bueno, no sé lo que soy pero no es mi responsabilidad. A mí, lo único que me toca (claro eso no se lo dije) es progresar con ayuda de lo que tengo y de las debilidades del resto. Estoy a una cama de la dirección general del hospital.

Mandé comprar litros y litros de ese desinfectante nuevo que anuncian: dicen que mata la influenza, pero no hemos podido quitar el manchón azul que quedó en aquella pared.

–¡Fabrizio! –dijo una voz.

Aquella tarde sólo atiné a mirar por la cerradura de esa puerta que nunca nadie abría. Apenas recuerdo lo que vi, pero supe lo que tenía que hacer, lo que siempre tuve que hacer. Entonces, comencé a escalar.

1 comentario:

  1. Bueno, bueno. Últimamente me inclino por texto sobre pecados y cosas asi hahaha

    ResponderEliminar